Entre los municipios de Artenara y Gáldar, a unos 20 minutos al norte de Las Palmas de Gran Canaria, existe un lugar que desafía a la historia. Situado en las Montañas Sagradas, el Risco Caído es un yacimiento arqueológico de incalculable valor y lleno de misterios aún por descubrir.
El Risco Caído es un complejo de cuevas usado por los primeros moradores de la isla con fines ceremoniales y habitacionales. Sin embargo, algo sigue en marcha dentro de la cueva C6. Cada mañana, de abril a septiembre, el primer haz de luz se cuela por la pequeña obertura lateral de este almogarén (lugar de oración de los aborígenes canarios), iluminando de forma precisa los enigmáticos grabados de la pared oeste. Estas manifestaciones rupestres en forma de cazoletas, triángulos púbicos y grabados son la prueba de un lenguaje insólito. Esta señal lumínica servía a los aborígenes como guía para marcar el paso de los 180 días entre el solsticio de verano y solsticio de otoño, así como para controlar las cosechas. Durante los meses de frío, la luz de la luna toma el relevo de este rudimentario pero preciso calendario.
Declarado Patrimonio de la Humanidad en 2019, este templo excavado en la piedra se calcula que puede tener hasta 20 siglos de antigüedad. Sin embargo, no fue descubierto hasta 1996 por el arqueólogo Julio Cuenca. El hallazgo de estas cuevas, y este antiguo observatorio astronómico en especial, demuestran que los antiguos aborígenes poseían una sólida cultura que los sitúa a la altura de antiguas civilizaciones tan reconocidas como la egipcia o la hawaiana. Este paisaje cultural puede ser explorado libremente a través de rutas y guías, actividades y un centro de interpretación con todo tipo de información acerca del yacimiento. La zona, además, sorprende por su riqueza natural, siendo muy fácil contemplar fósiles u orquídeas.
Un ecosistema de asentamientos ancestrales bajo un paisaje único
Las 18.000 hectáreas que rodean la zona esconden enclaves que atestiguan el rico legado de Gran Canaria. Una red de más de 1.500 cuevas y antiguos vestigios esperando ser redescubiertos en medio de la naturaleza. De hecho, el propio Risco Caído forma parte de un yacimiento mayor: el Barranco Hondo. Considerado uno de los mayores asentamientos de la isla, esta zona combina viviendas y zonas de almacenaje dentro de la roca, con antiguos bancales y estanques dedicados a la agricultura.
Una ruta de antiquísimos poblados
Los alrededores del municipio grancanario de Tejeda también son un excelente lugar para explorar la cultura aborigen de la isla. El Roque Bentayga, en el corazón de la Caldera de Tejada, aloja un poblado fortificado en su ladera. Excavado aprovechando la facilidad que ofrece este tipo de estrato volcánico, el recinto sirvió como lugar de residencia, almacenaje y cementerio. También cuenta con un almogarén para controlar las épocas de cosecha. En la misma sierra encontramos el Roque de las Cuevas del Rey, un cuidado complejo de cinco niveles de cuevas comunicadas por estrechos senderos y escaleras de roca. Por otro lado, la montaña Artenara, en el mismo municipio, es el hogar del Risco Chapín y las cuevas del Caballero y de los Candiles. Esta segunda, que debe su nombre a la presencia de luminarias en su interior, se trata de una pequeña oquedad excavada en el acantilado, que contiene una de las mayores concentraciones de ideogramas halladas a nivel mundial.
Y la aventura no termina aquí. Mesa de Acusa, El Hornillo, Cuatro Puertas, los Altos del Cordero u otros espacios naturales antaño considerados sagrados, como el Roque Nublo o el Tamadaba Tirma, también presentan evidencias de la presencia de aborígenes. ¿Quedarán más por descubrir?