Desde el 19 de septiembre de 2021, el volcán de La Palma estuvo en erupción activa durante 85 días, en los que expulsó lava, bombas volcánicas, lapilli y mares de ceniza. Unos días después, el 28 de septiembre, la lava alcanzó por primera vez la costa oeste, aunque no fue la única. Al cesar su actividad, el volcán dejó dos nuevos deltas de lava en la costa de la Isla, uno de ellos superpuesto a uno más antiguo formado en 1949 tras la erupción del San Juan.
En su camino hacia el mar, la lava cambió por completo el paisaje del Valle de Aridane. Pero este escenario supone una nueva oportunidad para la biodiversidad de La Palma. Tal y como nos demuestra la historia previa de la isla, cuando se formaron nuevos volcanes, la naturaleza siempre ha sabido adaptarse, por lo que se espera que la vida aflore de nuevo en muchos de los lugares ahora ocupados por la lava.
El efecto de la temperatura de la lava al contactar con el mar
En su recorrido hasta alcanzar el Atlántico la lava fue perdiendo temperatura, pasando de los 1.200 ºC que tiene la lava basáltica en los centros de emisión hasta los 900 ºC al llegar a la costa. Al contactar con el agua, que estaba a una temperatura de unos 23 ºC, se produjo una formación súbita de grandes columnas de vapor debido al choque térmico. Estas nubes se conocen como laze, un tecnicismo que procede de la mezcla de los términos ingleses lava y haze (vapor), ya que se forma una neblina ácida compuesta principalmente por vapor de agua y pequeñas cantidades de ácido clorhídrico.
Tras las columnas de vapor empezó la creación de dos deltas lávicos, que hoy suman unas 43 hectáreas de superficie nueva a la línea costera de La Palma. Estos son propiedad del Estado y un patrimonio para todos. Este proceso es el mismo que ocurrió en las siete erupciones históricas previas acontecidas en la isla, como la erupción del San Juan en 1949 o la del Teneguía en 1971 y en cuyos nuevos territorios se ubicaron numerosas plantaciones de plataneras.
La nueva vida de las ‘islas bajas’ del volcán
Estos dos nuevos deltas son conocidos popularmente por los habitantes de La Palma como “islas bajas”. Estas evolucionan, poco a poco, con el tiempo. Por ahora, la respuesta más rápida ha sido la formación de nuevas playas. Más abajo, en las lavas acumuladas por debajo del nivel del mar, la biodiversidad ya se está abriendo camino. Este nuevo hábitat, rico en minerales, ya está siendo colonizado por macroalgas, que aparecen por las zonas intermareales. También se pueden avisar por este nuevo entorno a anguilas jardineras, gallos y viejas.
Cómo cambiará el paisaje de La Palma tras la erupción
Las altas exigencias que demandan este tipo de parajes naturales hacen que surja una nueva flora. Es el caso del Cabezón de Teneguía, una especie endémica que solo se encuentra en Fuencaliente y que únicamente crece alrededor de la roca dura que bordea lo que hace cincuenta años fueron coladas de lava.
Agradecimientos a la Dra. Juana Vegas Salamanca, Coordinadora del Grupo de Investigación en Patrimonio y Geodiversidad del Instituto Geológico y Minero de España (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) por la información de este artículo.