Salinas de Canarias

Paisajes asombrosos para un producto gourmet

La calidad de las aguas que bañan las Islas Canarias y su privilegiada ubicación geográfica nos regalan un producto tan valioso como apreciado a lo largo de la historia: la sal. Los aborígenes, sus primeros pobladores, ya recolectaban sal en los charcos de la costa. La actividad ha tenido continuidad desde entonces, tanto en los charcos como en numerosas salinas, creando jardines de sal, con un alto valor histórico, paisajístico y ambiental. La sal marina virgen y la flor de sal son expresión de esta labor realizada con técnicas tradicionales, que convierten a este producto en el oro blanco de las Islas Canarias.

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Salinas canarias
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En las Islas Canarias, la sal ha sido un bien preciado que ya recolectaban sus primeros habitantes en los charcos de zonas rocosas costeras, cuando se evaporaba el agua que salpica durante la pleamar en días de mareas fuertes. Esos mismos charcos han seguido utilizándose hasta la actualidad y todavía hay familias que acuden a recolectar sal para sus necesidades domésticas en islas como Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife o El Hierro.

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El litoral canario llega a su máxima expresión salinera con las impresionantes Salinas de Janubio, de 450.000 m2 (las más grandes del archipiélago con diferencia). Fueron construidas hacia 1890 con una nueva tipología de salina desarrollada por los salineros de Lanzarote: la salina nueva de barro con forro de piedra e innovaciones de trazado que mejoran el rendimiento de la salina antigua de barro.

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Expertos en sales marinas, que han estudiado y analizado la que se produce en las Islas Canarias, señalan que el archipiélago cuenta con la sal cristal más mineralizada del planeta. Al cocinar con ella los alimentos, se disuelve más rápidamente y se integra mejor. También favorece los acabados en cocina y en los platos porque aporta un crujir que es difícil de encontrar incluso con las denominadas “flor de sal” de la Península.

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Obtener tal calidad en la sal requiere gran esfuerzo y trabajo todo el año en los pequeños tajos que conforman el entramado de las salinas tradicionales canarias. El laboreo en esa arquitectura partida de maretas permite envasar distintas calidades de sal: sal marina virgen, flor de sal, rocas de sal, escamas de sal, sal de espuma y hasta sal marina húmeda que se envasa con su propia salmuera ideal para pescados, mariscos o arroces.

El oro blanco de la antigua industria pesquera canaria también se ve reflejado en el paisaje de las Islas. La intervención humana al construir las salinas, lejos de afectar al medio natural, ha creado unos ecosistemas de gran interés por la biodiversidad que genera, integrados en espacios naturales protegidos por una fauna y flora singular, adaptada a medios hipersalinos.