Paraje de excelentes vistas con plantaciones de vid y café
Esta ruta tiene el privilegio de partir, aunque también se podría hacer al revés y ser igual de adecuada, de la parte alta del valle de Agaete, justamente de Los Berrazales. Un lugar que ofrece una célebre bodega que permite visitar los viñedos y que cuenta también con una delas pocas plantaciones de café registradas de Europa. Desde aquí, el vehículo descenderá por el valle y pasará por núcleos como Vecindad de Enfrente o Lomo de San Pedro. Poco a poco, comenzará a divisarse el casco de Agaete, su puerto y el océano, próxima y obligada parada de una ruta que promete…Y cumple.
Lugar perfecto para desayunar y hasta bañarse en el Atlántico
En apenas veinte minutos, se alcanza el casco histórico de Agaete. Un lugar que bien merece una prolongada parada por sus calles, casas y rincones patrimoniales. Entre ellos, sobresale la iglesia de la Concepción, cuya matriz se levantó en torno a 1515. El vínculo de Agaete con la religión y las celebraciones es muy fuerte, sobre todo por la Fiesta de la Rama en honor a la virgen de las Nieves, que tiene lugar en agosto y ha sido declarada de Interés Turístico Nacional. A esta hora inicial de la ruta, el casco también es ideal para desayunar o tomar algo, aunque el mayor atractivo del municipio obliga a dirigirse a la costa.
El puerto pesquero y comercial de Agaete es casi imprescindible en cualquier viaje a Gran Canaria si se desea conocer un poco la isla. Aunque un temporal le hizo perder el famoso Dedo de Dios, escultura volcánica que irrumpía del Océano, esta parte del litoral local es uno de los lugares con mayor movimiento del norte de la isla por su pequeña playa, las piscinas naturales y los célebres restaurantes de pescado del puerto.
Aparte del ferry que lleva a diario a Tenerife, el puerto de Agaete acoge a yates, veleros y otras embarcaciones que lo eligen como sede permanente o parada temporal, lo que le da mucha vida. La facilidad de aparcamiento, la existencia de un paseo que lleva a las excelentes piscinas naturales ubicadas si se mira al mar, las vistas de la escarpada costa Noroeste de la isla y del Teide, pero, sobre todo, la posibilidad de un buen baño que abra de forma ideal la ruta son demasiadas razones como para obviar este final. Si, encima, apetece desayunar junto al mar o, incluso y si se prolonga un poco la estancia, un pescado tempranito, no hay lugar mejor en esta zona.
Yacimientos arqueológicos de primer orden en un rico casco histórico
Desde el puerto de Agaete, por una carretera en buen estado y en apenas un cuarto de hora, se llega al municipio del norte de Gran Canaria más relacionado históricamente con la platanera: Gáldar. Una localidad que destaca desde lejos al desplegarse debajo de una montaña imposible de que pase inadvertida en un terreno básicamente llano, como si las casas fueran parte de su lava. Considerada Real Ciudad por su gran relación histórica con los monarcas españoles, Gáldar, sin embargo, sobre por sus yacimientos arqueológicos aborígenes, entre los que sobresale la llamada Cueva Pintada, que se descubrió en pleno casco urbano y que supone uno los principales hallazgos del arte rupestre de la zona subatlántica.
No obstante, su riqueza patrimonial no se limita a la herencia guanche, sino que se multiplica con numerosas viviendas de estilo neoclásico y barroco. Por supuesto, la iglesia matriz y la plaza de Santiago de los Caballeros se impone en un área que fue declarada conjunto histórico-artístico en 1981. El puente de los Tres Ojos, situado en el barranco local, la plaza de los Faycanes o el Rincón de Santa Lucía, que muestra una antiquísima cruz de tea que presidía el viejo cementerio, aumentan las razones patrimoniales ara prolongar una visita que, por lo demás, está más que justificada si se desea comer o tomar algo o disfrutar de las grandes extensiones de plataneras que acompañan la vista hasta el mar.
Pueblo con múltiples atractivos históricos, artesanales y zonas de baño
Para seguir la excursión propuesta se ha de tomar la carretera general a la izquierda y, en muy poco tiempo, se alcanzará el casco de Santa María de Guía. Otro pueblo con sobrados motivos patrimoniales para detener el motor. El colorido de sus casas históricas de la zona céntrica y su parroquia neoclásica con dos torres laterales y que acoge a la virgen de Guía contribuyeron de forma clave a que este casco se declarase en 1982 Monumento Histórico Artístico Nacional. También destaca la casa de Los Quintana, del sigo XVII y con un balcón de estilo canario y mudéjar, y la del escritor Néstor Álamo, también del XVII, sin obviar la ermita de San Roque y la de San Sebastián (XVI).
El casco cuenta con una honda tradición artesanal, sobre todo de cuchillos. Se organiza un interesante mercadillo los martes y domingos en la Plaza Grande, donde se puede adquirir el célebre queso de flor local (alcachofa de la flor de cardo azul), la estrella culinaria de Guía por cómo se elabora sobre cañizos situados en cuevas con poca humedad y cómo cura. Asimismo, destacan los restaurantes de pescados en la franja costera.
No obstante, las aportaciones arqueológicas de Guía también son de reseñar, sobre todo por el denominado Cenobio de Valerón, declarado Bien de Interés Cultural, y el Tagoror del Gallego. Además, en el interior se cuenta con la reserva natural especial del brezal y la oferta se completa de forma muy atractiva con las tres zonas de baño locales. Tres lugares a los que se llega de forma fácil siguiendo la ruta prevista, que discurre casi paralela al litoral por el trazado de la vía general. Se trata de las playas de Caleta de Arriba y la de San Felipe, muy visitada por surferos, pero, sobre todo, la de Roque Prieto por su piscina natural anexa, donde son más frecuentes los turistas.
Una iglesia colgante en un pueblo con buena artesanía y gastronomía
La carretera general que lleva a las zonas de baño de Guía sigue hasta un pequeño núcleo llamado El Pagador, donde se debe girar a la derecha y prepararse para un ascenso con numerosas y agradables sorpresas en forma de más joyas patrimoniales, gastronómicas y naturales. La parada en el municipio de Moya es también obligada. Su iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria es uno de los monumentos más espectaculares de la isla, al colgar de los riscos que componen una de las laderas del barranco principal. Aunque es de reciente creación (1957), sus tres naves, las dos torres adosadas y el amplio rosetón de la fachada principal justifican de sobra visitarla un buen rato.
Moya, además, resulta perfecta también para comer o tomar algo. Los potajes, carnes a la brasa, quesos y la repostería de bizcochos y suspiros, especialidad del lugar, destacan y hacen que esta localidad sea muy visitada por residentes para eso, para disfrutar de su gastronomía. Además, el pueblo cuenta con un amplio arraigo artesanal, sobre todo de cestería de caña, trajes tradicionales, calados, instrumentos musicales y jabones y perfumes elaborados con productos locales.
También cuenta con la casa museo del poeta Tomás Morales, una de las figuras del modernismo español, y con la opción e hacer una pequeña escapada, si el tiempo lo permite, al Parque rural de Doramas y a la Reserva Natural de Los Tilos, 90 hectáreas del mayor reducto de laurisilva de la isla. Una verdadera joya que bien merece una detención prolongada.
Un pueblo entre rocas con infinidad de yacimientos aborígenes
Una vía más estrecha y con curvas lleva desde el casco y los Tilos de Moya a la siguiente parada recomendada: el municipio de Artenara. Antes de llegar, se habrá pasado por parte del pinar grancanario, sobresaliendo zonas como los Pinos de Gáldar, El Tablero o Fontanales, donde una parada para respirar aire puro mientras se disfruta de las vistas de los barrancos tampoco viene nada mal. Desde lejos, Artenara ya impacta. La propia raíz etimológica de su nombre (el bereber amazigh) deja claros algunos de sus encantos: lugar escondido entre rocas.
Artenara está salpicada de numerosas esculturas. Cuenta con diversos rincones naturales de importancia, como la fortaleza natural de Acusa, delimitada por los barrancos de Tejeda y El Merino, que confluyen en el Barranco Grande. Pero, sobre todo, destacan sus yacimientos arqueológico, como el de La Vega, Las Cuevas de Caballero, la de Los Candiles (con pinturas rupestres), Los Corrales de Acusa, Acusa Seca, El Álamo, La Candelaria (una de cuyas cuevas acoge una ermita desde el XVII) y El Hornillo, entre otros muchos.
De su patrimonio en el casco, sobresale la iglesia de San Matías, que hunde sus raíces en el siglo XVII, aunque el nuevo templo es del XIX. También se recomienda la visita a la ermita de la virgen de La Cuevita, del XVIII, excavada en un risco, situada a 400 metros del casco y que despierta una gran devoción local. Como se puede apreciar, demasiadas razones como para que la visita no se prolongue bastante.
Pinar y numerosas especies con vistas espectaculares
Aunque casi en pleno centro de la Isla y a altas cotas, Artenara cuenta también con playas en la costa oeste. Eso sí, antes de llegar al océano (y esta ruta no incluye esa parte, entre otras cosas porque se ha de tomar otra carretera general desde Agaete), desde el casco histórico sí se alcanza el parque natural de Tamadaba. Uno de los entornos más bellos de la isla, con un espacio boscoso de gran variedad florística e interés paisajístico. Su pinar ocupa unos 8 kilómetros cuadrados y las vistas son espectaculares, tanto del interior y centro de Gran canaria, con sus numerosos barancos, como de la costa y el Teide en las zonas en las que se divisa Tenerife. Un colofón perfecto.
- Nunca dejes residuos de ningún tipo en el entorno, incluidas las colillas. Los restos de comida contribuyen a la proliferación de roedores y gatos asilvestrados que suponen una grave amenaza para la fauna.
- Utiliza las papeleras y, en la medida de lo posible, deposita los residuos previamente separados en su contenedor correspondiente.
- No arrojes al mar objetos ni residuos de ningún tipo.
- Respeta a los animales, no los molestes ni los alimentes. Si ves algún ejemplar herido, puedes avisar en el teléfono de emergencias 112. Tampoco arranques flores o plantas.
- No recojas ni te lleves piedras o cualquier otro elemento del medio natural. Tampoco lo modifiques amontonándolas para realizar las tristemente famosas “torres”.
- En espacios naturales y miradores, no salgas de los senderos ni de los espacios habilitados para tránsito de personas.
- Respeta el patrimonio histórico y cultural del lugar, así como el mobiliario público y los elementos disponibles para los visitantes como los paneles informativos o los telescopios y prismáticos.
- Conduce de manera prudente y responsable.